Tres microcuentos a partir del mismo sueño

 


Imagen potente o significativa del sueño

Estaba apurada, mi alarma no había sonado y llegaba tarde al trabajo. Casi corriendo me subí al auto, lo arranqué y no me detuve a pensar en que me había olvidado. No vivía muy lejos y como trabajaba en el mismo lugar hacía ya casi tres años el camino lo hacía casi que en piloto automático. Al acercarme a la primera esquina en la que tenía que doblar intenté disminuir la velocidad, venía bastante rápido ya que como mencioné, estaba apurada. Para completar mi mala racha me doy cuenta que los frenos del auto no reaccionan, por mi cabeza pasaron mil escenarios, pero antes de poder identificarlos las luces de un auto que venía directamente hacia mí me encandilaron y en un abrir y cerrar de ojos esas luces desaparecieron y todo se volvió oscuro.

 

Objeto que desaparece misteriosamente

            Los domingos siempre nos juntamos en familia en la casa de mis tíos, había avisado a mi prima que estaba llegando, hoy me tocaba traer el postre. Hacía ya diez minutos que estaba buscando lugar para estacionar el auto, el único lugar que encontré era en una calle empinada no muy lejos de la casa. A diferencia del resto de la zona, en esta calle casi no había vehículos, entonces maniobrar no me resultó difícil. Ya en posición y lista para poner el freno de manos, al intentar estirarlo hacia arriba, este no se encontraba donde debería. Asustada y sin entender lo que pasaba mi primer instinto fue intentar salir del auto, pero los picaportes de las puertas también habían desaparecido.


Lugar nuevo, misma sensación

            Abrí la puerta y me envolvió una corriente de aire frío y fétido, la casa era enorme y se encontraba completamente vacía, todas las pistas me habían traído aquí. No se me ocurrió mejor idea que examinarla en horas de la madrugada, sentía como la ansiedad invadía mi cuerpo y me mantenía alerta. Con mi linterna en mano me puse a observar detenidamente los detalles, a lo lejos en el piso noté un pedazo de papel, al momento de agacharme a agarrarlo mi linterna se apagó. Me levanté con el papel en mano e intenté prender nuevamente la linterna, no lo estaba logrando y el crujido incesante de las ramas moviéndose por el viento empezaba a sugestionarme, decidí que lo mejor era salir de aquí. Apuré el paso en dirección a la puerta principal y cuando me encontraba a no más de cinco pies de la salida, escuché al cerrojo trancarse.

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