"Perseguidas" — Cuento
El día empezó como cualquiera, sin
nada interesante que remarcar. Julia y María se encontraban tomando un café,
discutiendo sus planes para las próximas vacaciones en su pueblo una vez
terminados los exámenes.
La noche se asomaba y con ella una
linda brisa, especial para disfrutarla en el balcón. Entre risas y charlas,
escuchan el abrupto sonido de la puerta. Sin entender lo que estaba pasando,
ambas se dan la vuelta. En la entrada, se encontraban dos hombres cubiertos y
armados hasta los dientes. En el shock del momento, María se queda inmóvil,
intentando entender que pudieron haber hecho para terminar en esta situación.
Por otro lado, Julia, con la adrenalina bombeando por sus venas, al ver que
María no reaccionaba, la estira del brazo y la hace seguirla.
Para suerte de ambas, los vecinos de
abajo contaban con un patio en la parte delantera del edificio, de no ser por
eso, saltar desde un octavo piso era tanto una sentencia de muerte como
permanecer en un departamento de sesenta metros cuadrados con dos hombres
armados.
Logrando escapar por el departamento
de abajo, María sigue a Julia cuesta abajo por las escaleras. Ninguna sabía que
hacer a continuación, ya que nunca se habían encontrado en ningún escenario
siquiera remotamente parecido. Sin embargo, no tenían tiempo para pensar,
debían perder a esos hombres. Subieron al primer colectivo que pasaba por la
zona. Ya en el camino y fuera de ese shock inicial, María recuerda su
conversación de la tarde sobre volverse a su pueblo, entonces dada la
casualidad de que el recorrido del colectivo terminaba en la terminal de ómnibus de retiro,
plantea a Julia la idea de “adelantar esas vacaciones”.
Ya en la terminal, se dirigen rápidamente a los mostradores en busca del micro con la salida más próxima. Consiguiendo pasajes para dentro de media hora, decidieron encontrar un escondite en caso de que aquellos hombres lograran encontrar su paradero. Fueron los treinta minutos más largos de las vidas de ambas, pero lograron embarcarse sin mayores inconvenientes.
Lo peor había pasado. Ya a diez horas de la capital, podían tranquilizarse y esperar a aterrizar en tierras
seguras. Una vez en su pueblo, los días transcurrieron sin sorpresas, pero aun
debían juntarse a discutir lo que había ocurrido. Decidieron juntarse en el
departamento de la familia de Julia, y con el atardecer también llegó María. Se
instalaron en el balcón para no molestar a los demás. La conversación era
delicada, sin embargo, la velada se presentaba amena, hasta que escucharon el
abrupto sonido de la puerta.
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