Análisis sobre "El concepto de ficción" de Juan José Saer

 


En este texto, Saer aborda el concepto de ficción. Sugiere que la ficción no es antónima de verdad, sino que, siguiendo sus propias reglas, permite abordar la realidad con sus dilemas y contradicciones. Se tiende a creer que cualquier relato ficticio toma distancia de cualquier criterio de veracidad, sin embargo, al no existir un concepto fijo y universal de objetividad, tampoco hay garantías de que un género de no-ficción sea completamente fiel la realidad.

Saer invita a recordar que “una proposición, por no ser ficticia, no es automáticamente verdadera”. Factores como las fuentes de información del autor pueden significar un sesgo importante a la hora de retratar los acontecimientos. También existen casos en los que el autor pierde distancia de los hechos que narra y comete el error de mezclar puntos de vista, ejercer juicios morales e implicar opiniones personales.

Este caso lo retrata utilizando de ejemplo a uno de los biógrafos de James Joyce, Ellman, sugiriendo que el mismo abandona la objetividad que presenta al principio, mientras aborda los años 1932-1935 de la vida de Joyce, en los que va asumiendo sus puntos de vista y confundiéndose con su subjetividad.

Es por ello que se escribe ficción, no para desligarse del riguroso tratamiento de la “verdad”, sino que, por el contrario, para visibilizar la complejidad de la situación y lo común que resulta caer en reduccionismos. La ficción en esencia convive con esa dualidad turbulenta entre lo “verdadero” y lo “falso”. Saer sostiene que la paradoja de la ficción reside en que, “si se recurre a lo falso, lo hace para aumentar su credibilidad”. Un buen ejemplo de la mezcla entre lo empírico y la imaginación que pretende lograr la ficción, se puede encontrar en cuentos de Borges como “Pierre Menard, autor del Quijote” en donde extrae un elemento existente en la realidad, como lo es El Quijote, pero en esa ficción explaya la realidad y le da un nuevo sentido.

El fin de la misma no es tomar distancia de ese conflicto que implica el entrecruzamiento entre verdad y falsedad, sino que pretende hacer de él su principal razón de ser. Es por ello que Saer termina definiendo a la ficción como “una antropología especulativa”.

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